domingo, 24 de mayo de 2009

Celebración





Caminaban todos juntos por la vereda, eran cinco. El más alto de todos llegó primero a la esquina, tomó el picaporte y abrió la puerta del bar. De a uno pasaron por la estrecha puerta y se sentaron en la única mesa vacía. El que había abierto la puerta fue en busca de una cerveza.

El lugar era oscuro y sucio; a pesar de que todas las mesas estaban ocupadas, no había mucha gente, la música se escuchaba claramente y detrás de la barra un hombre de desagradable aspecto atendía el bar. Volvió el más alto con una cerveza y los vasos necesarios, los ubicó en círculo en la mesa y puso la cerveza al medio. El que estaba sentado en contra de la pared tomó la iniciativa y les sirvió a todos con una destacada equidad. Casi como si fuera una ceremonia cada uno tomó su vaso y le dio un sorbo a la fría cerveza. Se miraron sin saber que hablar, y otro sorbo vino después. Discusiones sobre alguna partida de póker en la que alguno había perdido, según ese injustamente, según los demás por ineptitud. Apuestas y duelos empezaron a desenrollarse en la mesa como pergaminos. Se acabó la cerveza, otra llegó a la mesa acompañada de un cenicero y más discusiones y burlas. En un momento, ya entrada la madrugada, el hombre desagradable de la barra pasó al lado de la mesa. Los miró con un poco de asco y cerró la puerta del bar con llave. En la mesa seguían las discusiones cada vez más gritadas y más embebidas de cerveza. La llave en la cerradura colgaba como un péndulo, algunos la tomaban la giraban y se retiraban del bar. El despreciable encargado del bar se acercaba cada vez y volvía a ponerle llave. La humedad dentro del lugar era insoportable, el hedor llenaba el lugar, no se sabía de donde provenía, pero formaba parte de la situación. Para esta altura de la noche los envases vacíos casi llenaban la mesa, y las discusiones habían disminuido, el silencio era casi completo y cada uno de los participantes estaba inmerso en sus propios pensamientos, tal vez pensando en como justificar sus posturas en las conversaciones anteriores, casi inútilmente. De nuevo se acercaba el de la barra, y ya nadie le prestaba atención, tomó la llave y la guardó en su bolsillo, volvió hasta el fondo de la habitación, detrás de la barra. De pronto la música cambio, la imagen empezó a ser cada vez mas confusa, todo se cubrió de una atmósfera oscura y extraña. La gente que quedaba en el bar poco se daba cuenta. De pronto alguien detrás de la barra empezó a hablar con el encargado. Las luces se apagaron del todo. En las mesas empezaron a verse caras de confusión, algunos se paraban e intentaban irse, pero la puerta cerrada, nos les permitía el paso. El encargado ignoraba a quienes querían irse y tan solo miraba a su interlocutor. Las palabras del nuevo orador se hacían cada vez más fuertes y entraban como cuchillos en los oídos de los improvisados feligreses. De repente y sin saber como, todos estaban callados prestando atención y casi embelesados por algo que parecía una ceremonia. El encargado y el orador se ubicaron en el centro del lugar, casi no podía verse que estaban haciendo, llevaban cosas en las manos, y sus palabras ya eran gritos de furia y desesperación. Envueltos en una ira desconocida y desquiciada no miraban a los participantes obligados de la situación, de pronto, algo como una luz se encendió al fondo, detrás de la barra y apareció un hombre alto y bien vestido, que también emitía gritos como los otros dos, por detrás de él se podía ver la luz que avanzaba. En la mesa, los cinco amigos se encontraban en una especie de calma inquieta, perdidos en la situación que ocupaba a todos los participantes y totalmente entregados a la celebración. La luz avanzaba cada vez mas y con ella un espeso humo y un calor insoportable. De pronto, como si la magia hubiera desaparecido, se escucharon gritos de horror y se vieron cuerpos corriendo en la oscuridad adornada de guirnaldas de fuego. La desesperación envolvió a la mayoría de los clientes, aunque algunos, perdidos en las palabras de los tres oradores que ahora gritaban irreconocibles frases envueltos en la ira y la locura, estaban arrodillados detrás de ellos casi con la misma cara de devoción a lo desconocido, gritando, rodeados de las llamas que llenaban la habitación. De pronto el fuego lo inundó todo mientras los gritos de desesperación se mezclaban con los de adoración y el sacrificio se completaba.
Las llamas ardían fuertemente y las cosas se desintegraban a su paso. De a poco el silencio llenó el lugar, ya no había gritos ni exclamaciones de dolor, sólo el crujido de la madera, los papeles y los cuerpos extintos.



5 comentarios:

  1. ¡Qué raro cómo la desesperación puede llevarte a adorar a un tipo tan desagradable! Es algo que hacemos casi todos... Lamentablemente.

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  2. Este blog, junto a otros 50 de Villa María, está en Diario de Blogs (www.diariodeblogs.blogspot.com)

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  3. Es como que al principio te queres apurar a leer para empezar odiar al chabon desagradable, pero dsp a medida q empiezan a ser menos los parrafos para llegar al final no queres q termine..
    No te pasa eso con casi tdos los cuentos cortos?

    Me re gusto :)

    besos luz abrazable!

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  4. hola Luz, te paso el link de mi amigo Pablo (el peronista)

    http://www.fundamentalistadelmateamargo.blogspot.com/

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