miércoles, 13 de mayo de 2009


Después de un largo tiempo se encontraron. El viento soplaba fuerte atrás de los árboles y hacía estremecer los cuerpos. Por debajo de la puerta de madera una brisa entraba suavemente y se iba calentando a medida que atravesaba la habitación.
Sentados, se miraban sin hablar. La alfombra de piel acariciaba sus pies desnudos, que descansaban inquietamente. Había un aroma dando vueltas por el lugar, tal vez a vainillas.
Demasiado tiempo habían esperado este momento, y sin embargo no sabían que decir. El terror de que el tiempo transcurriera, hacía que sólo pudieran mirarse, porque las palabras ocupaban más espacio que sus miradas y hacían volar las horas. Sabían que pronto se terminaría el sueño.
Decidieron que simplemente lo mejor era tomarse de las manos y escuchar como el viejo tocadiscos dejaba sonar por ultima vez aquella música que trasladaba a otro tiempo; luego la púa, raspando el final de este. Se durmieron así, tirados en la alfombra, tapados apenas con una manta, que emanaba un raro olor a naftalina mezclado con recuerdos.


El día los sorprendió abrazados, envueltos en algo así como un lugar sin tiempo, un tiempo sin lugar. Sin viento, sin ruidos, sin voces, sin pasos.
Fuera del tiempo y el espacio el sepia inundó todo y a todos, el tiempo se congeló y los llevo a donde querían estar. Allí ya nadie ni nada importaba.



Los encontraron debajo de los escombros. La Guerra había estallado.

2 comentarios:

  1. bueno nada, pasaba a dejar un comentario

    besis

    Josè

    ResponderEliminar
  2. Qué pena que ese lugar sin tiempo sea sin tiempo en la tierra también! Qué suerte que no todo se termina acá.

    ResponderEliminar